Viajar para nosotros es como tomar un soplo de aire fresco en nuestras cotidianas vidas. Y aunque esto suene un poco cursi, lo cierto es que es así. Por eso siempre que llega el último días de un viaje aunque sean tres días, uno se siente un poco triste. Pero bueno, en esta última etapa todavía nos queda más de media jornada así que no vamos a quedarnos contemplando la habitación.
Despertamos, desayunamos, recogimos y nos marchamos....qué otra cosa podíamos hacer ¿verdad? . Muy cerca del apartamento dejamos las maletas en la peluquería que regentaba la hermana de nuestro casero. Tan amable por cierto como él.
Con el frío fuimos caminando hasta la pequeña isla que se sitúa frente al casco urbano, concretamente se encuentra frente a la Avenida Osterdeich. Cruzamos por el puente Bgm. Smidt. En esta pequeña isla hay varios puntos de interés, además, te permite ver una perspectiva del núcleo central diferente. Eso sí, el hecho de que estés rodeado de agua conlleva más frío, pero bueno....qué le vamos hacer. Si os sobra tiempo daros un paseo por ella. Pero bueno lo cierto es que es una zona residencial complementada con pequeñas oficinas, más allá de eso no hay mucho más que contemplar.
Dejamos la isla atrás y regresamos nuevamente al barrio de Schnoor. El primer día nos llovió un poco y queremos aprovechar para revisar nuevamente sus magnificas calles empedradas, sus características casas, sus tiendas de artesanos, restaurantes típicos. En fin, que podemos decir que no hayamos comentado ya. Es como entrar en un pedacito de historia del pasado, en una mini ciudad de cuento, lo mejor -como en la mayoría de estos sitios- es caminar sin rumbo, descubrir rincones y lugares únicos y dejarse sorprender. Claro está si las hordas de turistas te lo permiten..
Después de un largo rato dejamos atrás Schnoor para regresar nuevamente a la Markplazt con la clara intención de poder visitar, la Catedral de St. Petri. Y de camino pasamos por la famosa calle de los cerdos, famosa porque antiguamente pasaban los pastores por allí con sus cerdos y resto de animales, de ahí la estatua que lo conmemora.
La Markplazt no tiene nada que ver con lo que vimos el primer día, hay gente y no llueve, y está claro que la estampa es otra totalmente distinta a la del primer día.
Tuvimos suerte y pudimos llevar a cabo nuestro propósito, la catedral estaba abierta. Esta Catedral se remonta al año 789, desde entonces ha pasado por todo tipo de problemas, incendios, reconstrucciones, ampliaciones etc., por cierto es Evangelista, y simplemente diremos que es impresionante. Además es increíble su ubicación, resulta sencillo saber donde comenzó a crecer esta ciudad, la importancia que implicaba tener un iglesia de este tamaño, el paso del tiempo..en fin, salimos muy impresionados, la verdad. Al salir de la visita, seguimos caminando por los alrededores descubriendo un sin fin de detalles que la lluvia no nos permitió el viernes.
Finalmente vuelta a Markplazt (!qué queréis¡, es que esto es muy pequeño). Donde seguimos paseando y perdiéndonos por diferentes calles para terminar comiendo en un pub muy genuino en una callejuela aledaña. Cerveza, salchichas y puré....estamos en Alemania. Camisetas del Werden Bremen colgadas en la pared y un montón de tópicos representados en un negocio hostelero supusieron nuestro punto y final al corazón del norte de Alemania.
Regresamos al Aeropuerto en un breve trayecto en tranvía....madre mía es el aeropuerto más céntrico que recordemos, se podría ir casi andando ......
CONCLUSIONES
En este viaje hemos descubierto una ciudad que huele antiguo, a Edad Media, de gentes trabajadoras y recias. Poco conocida para los Españoles. Barata para viajar. Pequeña y accesible. Un ciudad que sin duda ha visto pasar siglos de historia por sus calles, pero que también ha sabido expandirse y transformarse en un urbe muy cosmopolita. Así lo demuestra la zona sur de la ciudad llena de gente de todos lados. Un lugar ideal para pasar un fin de semana por precios muy asequibles.
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